Ignoran el pudor cuando invaden subrepticiamente tus mejillas.
La vergüenza es sólo una señora a quien rechazan con desdén mientras le cortan los ojos.
Se plantan ante mí, fríamente acusadoras… culpándome de sus odiosas existencias.
Y no se borran, no se detienen… las miro suplicantes, les imploro que se alejen y desprecian mis palabras… ¡Lágrimas irreverentes!
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