Un alumno que se encontraba tomando un examen de matemática intentaba analizar algunas cosas que no comprendía del texto escrito en el papel que tenía ante sí. Los primeros cuatro temas del examen los completó enseguida y el quinto tema lo terminó con cierta cautela, porque lo encontró muy fácil y entendió, según sus más profundos razonamientos, que algo debía andar mal. Su profesor, pensaba, gustaba de preparar pruebas difíciles y si un problema resultaba demasiado fácil, pues obviamente algo no estaba del todo bien. Tardó tanto analizando aquel problema que casi todos en el aula habían entregado sus respectivos exámenes y él todavía no hallaba solución a su dilema. Finalmente acudió resignado al escritorio del profesor y le preguntó: "¿Por qué será que no termino de solucionar esta ecuación?", formuló la pregunta al tiempo que señalaba el quinto tema en el papel. El profesor lo miró entre sorprendido y dubitativo por un instante y luego respondió: "¿estás tratando de tomarme el pelo?, esa ecuación ya la tienes resuelta, entrega el examen y esfúmate del salón". El alumno respiró aliviado, se despidió del profesor y al salir del aula comprobó que había estado sudando angustiado por espacio de media hora sin justificación ni razón. Algunas veces, los seres humanos tienden a querer complicarse el camino colocando obstáculos que no existen e imaginando escollos por no creerse merecedores del disfrute pleno de la felicidad. Este día y todos los días de tu vida, te invito a ver la existencia tal y como es: un espacio de crecimiento en el que los exámenes casi siempre los tienes resueltos ante ti y los que aparentan más difíciles, por lo regular, son los que más te ayudarán a crecer.
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