miércoles, 13 de septiembre de 2017

Diosa de almíbar.

Habría sido yo el fuego, paciente y sigiloso, moldeador de la espesura exuberante que define lo imponente de tu silueta divina… Tendría sentido cada segundo de esta bendecida vida mía al atestiguar la dulcificación del viento y su consistencia ante tu presencia, tornando los pulmones en panales de miel suspirantes por las transpiraciones que destila tu piel.

Quién fuera buñuelo sumergido en el suave candor esparcido en el rumbo abandonado y perdido que agoniza al mirar que te has ido y permanece inmutable esperando su fin cuan estela suspendida en la lozanía envolvente del entorno sutil que ornamenta tu existencia… Valdría la pena vivir ahogado en ti, que me sintieras así, siempre tan cerca, tan dentro de ti.

Fuera yo esa vasija transparente en que reposas ardiente al conformarse tu hechura, testimoniando el descenso de los grados elevados manejados por la majestuosidad de tu existir que se vuelve apetecible al paladar enterado por el aroma que evidencia tu llegada señorial al lugar predilecto del sabor eterno delimitado por el espacio que te contiene… Sublevaría mis fuerzas y voluntad para escapar del agua que amenazara con borrar los rastros de ti que quedaran en mí, haciéndome dulcemente feliz.

Dime diosa de almíbar… ¿qué debe hacer un ser humano para ser parte intrínseca de ti?


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