Para un laberinto me enviaron,
pues no sabían quien era yo.
Me torturaron, me encadenaron… El
enemigo me recibió.
Se acabó. Se acabó. Se acabó.
Entre demonios, entre cadenas,
buscaba solo sobrevivir. Había un diablito que repetía: “De aquí tú nunca vas a
salir”.
Se acabó. Se acabó. Se acabó.
Opuse tanta resistencia que el
laberinto de mi se cansó.
Cuando sentía flaquear mis
fuerzas sentí en mi pecho la gracia de Dios.
Tanto martirio, vicisitudes, fue
mi pasado, lo sabe Dios.
Hoy es distinto, estoy tranquilo.
La pesadilla se acabó.
Se acabó. Se acabó. Se acabó.
El laberinto pasó al olvido, el
viejo hombre ha quedado atrás.
Jesucristo es el camino, es la
vida y la verdad.
Se acabó. Se acabó. Se acabó.
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