¿Qué si salí a buscarte?, ¿por qué preguntas si sabes la respuesta?
He dejado de hacerlo desde hace tanto tiempo que ya nada me inquieta.
Así eres tú, te vas y llegas sin avisar… ¡ni la brisa te iguala!
Tomas desprevenidos a mis sentidos… sentado en la cama, entre la espalda y la pared se interpone la almohada. Miro hacia la apertura de la puerta esperando encontrar nada y ahí estabas… imponente como siempre.
Comienzas a dictar, decretos en prosas, dictámenes pintados de métricas y rimas… ¡carcajadas victoriosas!, estremecedoras… cuan sonido producido por cascadas cuyos torrentes verticales caerán irremisiblemente sin que lo impida nada.
Te escucho, luego escribo. Cero racionalizaciones privadas e insolicitadas que ignorarás de todas maneras, así que escribo lo que quieras.
¿Qué si me interesa saber cuánto durarás? Son respuestas que ignoras… que no sabes… que nunca sabrás.
Satisface mis dedos rozar con sus yemas las impresiones de tus secuelas después de tanta espera.
Levantas el dique conocido, ese que aislará el pasado, las tareas pendientes, las faenas permanentes, y el incierto futuro que ve derrumbados sus planes se posterga en la mente.
Quedamos solos tú y yo como tantas otras veces, solos los dos. Tú dictas y yo escribo. ¿Una pregunta más?, ¿qué si pienso que eres parte de mi destino?, pues te contesto, sí, siempre estoy a gusto contigo.
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