Cuando llegué al lugar en que actualmente resido, hace unos 16 años, tuve la dicha de contar con un concierto exclusivamente para mí todas las mañanas. Sí, justo al lado de la ventana de mi habitación, aparecían bien temprano algunas avecillas que entonaban variadas tonalidades de sus canciones en formas de melodiosos silbidos, que lejos de causar algún tipo de agravio en mis amaneceres, realmente dibujaban los rayos del alba de armonía celestial. Qué dichoso me sentía. Justo al amanecer llegaban ellas y, tímidamente, poco a poco, comenzaban a cantar… sí, justo al lado de mi ventana. Usar un reloj despertador está muy alejado de mis cotidianidades, pues siempre he dejado que el descanso apropiado tome las riendas y ordene cuando debo despertar. considero poco sano tener un alborotado reloj de cuerda haciendo ruido al lado de mi cama para interrumpir mi sueño, y ni siquiera esos modernos relojes digitales o los que tienen los teléfonos celulares se acomodan a la descripción de bienestar arraigada en mi ser de un sano despertar. Sin embargo, jamás imaginé que sería tan dulcemente hermoso despertar al arrullo de un canto de aves libres que por sí solas volaban hasta mi ventana para darme los buenos días. Sentí que el Señor bendecía mis amaneceres y que tanta dicha era más de lo que un simple mortal merecía.
Con el paso de los años y sin darme cuenta mi concierto mañanero se iba tornando cada vez más tenue, cada vez más ausente. Ocurrió de forma tan sutil, tan leve y callada, que no tuve la oportunidad de siquiera emitir una nota de desacuerdo al respecto. Sobre todo y agravado por esta costumbre tan mía de vivir la noche por entera cada vez que mis deberes lo permiten, e irme a dormir antes de que salga el sol, alrededor de las cinco de la madrugada, hizo que la ausencia en mi ventana de mis amigos concertistas pasara en cierta forma desapercibida. Una mañana cualquiera en que medité sobre esa situación, comprobé que sólo algunas veces escuchaba el canto de las avecillas y en ocasiones pasaban semanas sin poderlas escuchar. Extrañaba el trinar de las aves en las alboradas, pero sabía que la modernidad y el desarrollo alejan lo silvestre y sublime de la vida natural. En días recientes, con motivo de la forzada disminución de las labores industriales, la drástica disminución vehicular en las calles de Santo Domingo y el cese de las construcciones de edificaciones, he vuelto a ser el privilegiado dueño de un concierto privado en mi ventana. Las avecillas han vuelto y han traído refuerzos, porque ahora cantan más fuerte, más alto, con más vigor y energía. ¡Que dicha tan grande la mía! Ahora permanecen no sólo al amanecer sino que, como el tránsito es casi nulo la mayor parte del día, las aves no son perturbadas por el ruido de los motores d los autos , ni por las escandalosas bocinas, ni la tremenda contaminación que producen los vehículos en sus movimientos a través de la ciudad, por lo que pasan el día completo cantando para mí. Sé que las cosas habrán de regresar a eso que llamamos "normalidad", que hemos estado pidiendo a Dios que otorgue a la humanidad una nueva oportunidad de hacer las cosas mejor, y que todo eso implica necesariamente que volverán las construcciones, aumentará otra vez el tránsito vehicular y que mis amigas avecillas irán a otros lados a cantar, y solamente una que otra vez pasarán a saludarme…aunque estoy pensando seriamente cómo encontrar la forma de conquistarlas para que se queden. El asunto es que posiblemente aprendamos mucho de esta lección que la vida nos está dando, y quizás hasta cambiemos y seamos menos hostiles con la naturaleza de lo que hasta ahora hemos sido… todo es posible. ¡Prefiero soñar que así será! Mientras tanto, cada día, agradezco al Señor el permitirme disfrutar del regalo inmenso de saber que él me ama tanto que me concede la dicha de disfrutar de cosas simples pero divinas como el trinar de las aves en mi ventana, y que ese simple pero maravilloso hecho me permite saber que él está siempre presente en medio de la dicha y también de la adversidad. ¡Un millón de gracias Padre Celestial!
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