Fue el color plateado de sus alas lo que provocó en él esa sensación de plenitud que sólo alcanzan aquellos seres cuya autenticidad está por encima de todo. Se dijo a sí mismo: "Puedo volar e irme bien lejos… conocer el mundo entero". Desafortunadamente para sus planes, los cinco años de edad con que contaba su propietario limitaban sus salidas al patio del hogar en los atardeceres en que la madre solía jugar con su pequeño príncipe. Entonces el avioncito de papel volaba de manos del niño a las de la joven madre… brevísimos segundos que bastaban para incentivarlo a soñar con volar entre las nubes… como un avión verdadero.
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