Esta historia ocurrió en la alacena de la cocina de un restaurant chino cualquiera en la que había un rincón al que llamaban "la Limonera". Un limón gritó a otro limón: "Mira tú limón, sí tú, que hasta medio amarillito estás, ¿tú no crees que va siendo hora de que dejes de esconderte cada vez que viene el cocinero?". El limón no se dio por aludido y rodó despacio alejando su redondez de aquel molesto limón. "Es contigo que estoy hablando limoncito, ¿para dónde crees que vas?, tú crees que yo no sé lo que te propones, que te pasas todo el tiempo agachándote y escondiéndote desde que abren la alacena para que el chinito no te vea; y sacan limones, sacan limones, sacan limones, pero tú sigues aquí… ¡será mejor que te pongas donde el chinito te vea!". El otro limón, con aire de timidez contestó al limón que lucía exacerbado: "¿Te diriges a mí?", a lo que el primero contestó con marcada ironía: "no, no, no, estoy hablando con la canela". El tímido limón suspiró algo confundido: "¡ah!, perdón, pensé que era conmigo… es que como te oí gritar la palabra limón…". "Mira limoncito, no te hagas el bobito, sabes bien que es contigo el asuntito" –gritó el limón exacerbado, mostrándose cada vez más enfadado. El tímido limón contestó: "pues yo sólo hago lo que hace un limón de alacena, todos quieren vivir y ser felices y hago lo mismo hasta donde pueda, ¿qué hay de malo en querer seguir viviendo esta vida limonera?". El limón exacerbado replicó: "¿Que qué hay de malo? ¿Que qué hay de malo? ¿Te parece poco que hayas sobrevivido a tantos y tantos buenos limones cuyos destinos han ido a parar a ser parte de algún condimento, un brebaje raro o hasta en la mascarilla que la chinita se pone en la cara? ¡Eso es humillante! O… cuidado si te has llegado a creer que eres un limón de verdad, un limón que vale la pena". El tímido limón replicó: "hasta donde yo tengo entendido sí soy un limón igual que tú". El limón exacerbado se enfureció al escucharlo hablar y gritó a todo pulmón:"¿¡igual que yo!? ¡Debes estar loco! Yo sí que soy un verdadero limón, mírame nada más, que cáscara tan verdecita tengo, tan suave y lisita… tan redondita. Yo sí soy un limón, un limón lleno de agrio y acidez, con mi familia han preparado jugos para presidentes y gente importante. Dizque igual que yo, dizque igual que yo. Yo que soy un limón con poca semilla y mucho jugo. Yo quisiera que abran esa alacena otra vez y te escondas de nuevo, te voy a sacar todas las semillas de un solo trompón, te voy a exprimir de un apretón, te voy a…". En ese momento abren la alacena y una mano agarra al limón exacerbado que cambia su tono de irritado a asustado: "Chinito, chinito ¿por el dios de los limones, ¿qué estás haciendo chinito? No es a mí a quien le toca, es aquel limón medio amarillito, dile limón, dile limón… limóóóóón". Así fue como se llevaron al exacerbado limón y lo exprimieron dentro de un caldero en que prepararían un arroz con camarones. El tímido limón siguió escondiéndose en la alacena hasta que se puso tan amarillo y maduro que un día el chinito lo sacó y lo arrojó al patio donde sus semillas la tierra cubrieron y con el tiempo nació un limonero.
Moraleja: deje de interesarse por la vida de su vecino y ocúpese de los asuntos de su propia vida antes que el tiempo lo exprima.
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