Admiro hasta el silencio que complaciente acepta regocijado haber sido sentenciado a venerar tus besos apasionados.
Besos imponentes resueltos a levantar prohibiciones, otorgándoles la libertad de existir…porque sí.
Quebrantadores de cadenas, incendiarios de amarras, llaves de candados oxidados destinados a quedar pulverizados al roce de tus labios encantados.
Enigmas solitarios renuentes a mostrarse accesiblemente abiertos hasta reconocer el poder por ellos impuesto.
Interrogantes insondables e impacientes, vibrantes oscilaciones penetrantes que apaciguan el aliento y lo reviven.
El tiempo se rinde tiernamente abandonando engañosas voluntades opositoras a tales beldades.
Y resucitas anhelos perecidos en combates incomprendidos, incompetentes buscadores de luz iluminados por el faro que eres tú.
Tuyo es el espacio: que cura , que anima, que da vida… ¡bendiciones por el cielo concedidas!
Pues un solo cabello no ha caído al suelo sin ser por Dios autorizado... ha sido él y no el hombre quien concedió a tus labios la virtud de ostentar besos tan apasionados.
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