Era un silencio tan callado que el aleteo de las aves resonaba cuan trueno ensordecedor. La pareja no entendía esa mágica transición del ruido extremo a la absoluta quietud. Lo que sí comprendían era que ese lugar poseía todo lo que amaban con locura. El insistente llanto que anuncia la disposición de su emisor a luchar contra el sueño que pudiera alejarlos de sus más cercanos servidores, había cesado. Ahora se volvía a respirar la paz… quizás por una o dos horas… quizás por varias horas más. El lugar preferido del hogar…la habitación del bebé recién nacido que por fin se ha dormido.
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