lunes, 19 de octubre de 2020

El placer de ser hombre.

La naturaleza es el único gobierno perfecto que encontraremos en la historia de la humanidad en el planeta Tierra, por lo menos, concediendo a la humanidad el beneficio de la duda, es el único gobierno perfecto que hasta ahora el hombre ha conocido. Perfecto porque devuelve al sujeto aquellos beneficios provenientes del cumplimiento de sus obligaciones naturales. En este gobierno natural los roles están claramente designados: roles para el hombre y roles para la mujer, porque existen solamente esos dos sexos: masculino y femenino. Sujetándonos a lo conocido y libre de especulaciones, ser hombre conlleva una serie de exigencias impostergables e intransferibles que deben ser cumplidas por todo aquel que nació varón. Exigencias que causan placer a los hombres que se sienten agradecidos de tener la excelsa oportunidad de poder cumplirlas: mantener su masculinidad, otorgar cariño y protección a su pareja y a sus hijos, contribuir al mantenimiento y mejoramiento de la calidad existencial de su entorno… cuidar su ambiente. En este último mandato va implicado hasta cierto grado el que velemos por la integridad holística de nuestros parientes y relacionados. Está prohibido para el hombre abusar de aquellos a quiénes debe proteger (familia, entorno, su propio ser). Proteger significa cuidar, no maltratar; significa proveer, no explotar; implica dar amor, no maltrato ni descuido; conlleva ser desprendido con el ser querido, no avaro ni ambiciosamente desmedido; ser espléndido, nunca egoísta ni tacaño; ser atento y saber escuchar, jamás descuidado ni negligente. Un verdadero hombre es amoroso con sus hijos, con sus padres, y sobre todo con su mujer. ¡Ser hombre es un placer!


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