Te quiero tanto, tanto te quiero, que debo pedir perdón a Dios por quererte de esta manera.
Que el aire torna en fragancia el sonido de tu voz y los rayos del sol son como hielo comparados a la calidez que me inspiras cuando sonríes.
Tanto te quiero, que a veces quiero que no lo creas, que no te enteres que eres la dueña de todas mis inquietudes; que el saber que existes es alfombra que me hace tocar al mismo tiempo las montañas y las nubes.
Y agonizan las mañanas recién nacidas ante el fulgor resplandeciente de tu vida.
Y reviven las noches cuando duermes, cuando saben que tu belleza ya no les intimida.
Si las sombras son transparentes cuando se desprenden de tu figura y las luces son oscuras si se comparan con tu hermosura… es porque te quiero tanto que el mundo se pone de cabeza sin que parezca una locura; tanto como te quiero es la razón de que lo complicado se transforme en simpleza.
Si veo el color de la brisa cuando en ella se mueve tu alegría disfrazada de carcajada y podría tomarme de un sorbo el más grande de los aguaceros… ¡Es tanto lo que te quiero!
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