Y caminé bajo la lluvia escuchando el repicar de cada gota en el pavimento tan mojado, y cada repicar bailaba al compás de los demás para decir tu nombre y describir el aroma de tu perfume que se resistía a escurrirse de mi piel.
La lluvia intentaba adueñarse de mis sentidos: de mi gusto, de mi tacto, de mis oídos. Estaba celosa de ti y del aroma que permanecía intacto sobre mí. Tu fragancia abrumadora que conservaba la tibieza que se había mudado a mi epidermis horas y horas y el agua se evaporaba al rozarme, ¡tan tibio me has dejado!, nada podría enfriar mi existir. Pero la lluvia insistía, quería hacerse dueña mía, y entraba en mi boca con ráfagas de viento, pretendiendo enjuagar mi paladar y robar el sabor de tus besos que estremecían el entorno por el cual debía caminar, haciéndome querer volver sobre mis pasos, correr a tu lado, fundirme en tu abrazo… ¡Pobre lluvia soñadora!
Y arreció el aguacero, se confabularon las nubes para borrarte de mí. Tanta agua caía que en un instante deduje que ya te olvidaría, que la magia de tu aroma se desvanecería y la lluvia sería la única dueña mía.
Pensamiento fugaz, cometa vacilante que ilumina el firmamento de los corazones húmedos de perfume enamorado, chispa destellante que enciende el fulgurante escenario que yace oscuramente silencioso bajo el telón y así, como rayo fulminante, como trueno estruendoso que retumba, así llegó de nuevo tu fragancia a mis sentidos, tu sabor a mi boca, tu dulce voz a mis oídos.
Y se impuso tu amor una vez más despejando los densos nubarrones y pintando estrellas por doquier… ¡amor de mujer!
Y el viento se volvió tierna brisa que susurraba tu nombre y fue tu amor el arcoíris que condujo mis pasos al tesoro de recuerdos duraderos.
Vendrán otros aguaceros, otras lluvias buscarán arrancarte de mí… ¡insensatos aguaceros! Esta noche tengo el gusto de tu ser en mis papilas gustativas, el aroma de tu perfume en cada poro y el dulce canto de tu voz en mis oídos… tan profundamente estás en mí… esta noche dormiré empapado de ti.
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