La comunicación entre seres humanos suele ser profundamente inescrutable. Hay siete mil millones de personas en el mundo y cada una posee al menos dos o tres formas diferentes de decir lo que quiere, entonces existen entre catorce a veintiún mil millones de formas distintas en que se puede aplicar la comunicación. Aunque parezca un cuento de ciencia ficción.
miércoles, 26 de abril de 2017
Indescifrable hora.
Esta es la hora más indescifrable para mí, porque si quiero irme a dormir, sabiendo que son casi las cuatro de la madrugada, lo hago a sabiendas de que posiblemente despierte alrededor de las nueve, tomando en cuenta que abrazaré el sueño dentro de media hora o cuarenta y cinco minutos a partir del momento que apague el computador. Llegan las tentaciones de seguir despierto y escribiendo hasta el amanecer e irme a dormir cuando sean casi las diez, con lo cual no tengo un solo inconveniente, pero el resto del planeta sigue funcionando igual sin inmutarse y sin siquiera notar mi ausencia... y hay cosas que hacer. Si despierto a las nueve de la mañana y realizo mi rutina de ejercicios, tomo una ducha y cumplo con mi deber ciudadano de desayunar con tranquilidad y sin frugalidad, pues ya serán las once y me quedará solamente una hora para tratar de arreglar el mundo: cotizar, legalizar, indagar, imprimir, etc. Sí, porque al mediodía los dominicanos almuerzan y el mundo se vuelve lento por lo menos hasta las dos pasado meridiano. El asunto es que tampoco aspiro a la existencia de un mundo paralelo en el que la mitad de la gente sea tan nocturna como yo. No, no, no, no, no. Eso significaría la posibilidad de que a esta misma hora la calle estuviera llena de ruidos y no podría concentrarme igual a la hora de escribir. Por eso vivo sin dilemas. Disfruto cada día la novedad de descubrir que cuando son casi las cuatro es la hora más indescifrable para mí.
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